No se puede dejar a China fuera del mapa de la sostenibilidad

De niños nos enseñaban mapas del mundo con fronteras claramente definidas, cada país era un color y los limites estaban bien claros. Normal que hayamos crecido pensando que lo que le sucede al aire y al agua del otro lado del planeta no nos incumbe. Pero ese mapa, esa imagen mental, poco tiene que ver con la realidad azul y verde que es la Tierra.

Si pensamos en esa gran bola azul y verde sin fronteras, frases como “yo produzco aquí, lo que sucede en China no me interesa” pierden todo el sentido. China, el tercer país por extensión en el que habita una cuarta parte de la población del planeta, es sin duda, una cuarta parte del problema que tenemos entre manos a nivel sostenibilidad. Y hay esperanza de que llegue a ser una cuarta parte de la solución.

China, el tercer país por extensión en el que habita una cuarta parte de la población del planeta, es sin duda, una cuarta parte del problema que tenemos entre manos a nivel sostenibilidad. Y hay esperanza de que llegue a ser una cuarta parte de la solución.

China es inevitable cuando hablamos de negocios y cuando hablamos de sostenibilidad, pero, sobre todo, es ineludible cuando hablamos de textiles y de moda. La cadena de valor de nuestra industria es tan profunda que a menudo nos cuesta visualizar sus últimas capas. Es parte de lo que la hace difícilmente trazable, poco transparente y por tanto insostenible.

Si asumimos que cada prenda que se produce tiene muchas capas hasta llegar a su materia prima, es prácticamente imposible no pasar de un modo u otro por China. Quizá uno pueda coser en local, cortar en local, teñir en local, ¿tejer? ¿hilar? ¿reciclar? ¿cultivar? Casi imposible. Por no hablar de todas las herramientas y toda la tecnología.

China es, queramos o no, parte de nuestra película.

¿Pero, es realmente tan terrible que así sea? ¿Es China la mala malísima de la película de la moda? Como todo en China, sí y no. En el gigante asiático se han cometido algunos de los mayores crímenes ecológicos posibles. Si. Pero ojo, digo “en” el gigante asiático. No “el gigante asiático”. ¿Porque la cuestión es, con nuestra conciencia actual quienes son los responsables de esos eco crímenes? ¿Los productores chinos o las marcas que venían a China a producir?

Y es que, no hay que olvidar que cuando la externalización se convierte en el standard del textil y la producción se mueve masivamente a China este es aún un país en vías de desarrollo en el que cientos de millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza. Un país necesitado de oportunidades comerciales para dejar de pasar hambre. Un país enfocado absolutamente en prosperar.

Siempre he pensado que hay que juzgar la historia con los parámetros que existían en ese momento y, siendo realistas, ni China ni las marcas que movieron su producción allí en los 80 y 90 tenían entonces mucha conciencia ecológica. ¿Por qué, siendo realistas, quien la tenía?

La cuestión quizá no es lo que sucedió entonces, si no lo que está pasando ahora.

Así que la cuestión quizá no es lo que sucedió entonces, si no lo que está pasando ahora. Y cuando digo que esas marcas “producían” en China y no digo producen, es porque muchos ya se han marchado. Se fueron el día en que los derechos y los salarios de los trabajadores aumentaron, se fueron cuando empezó a haber leyes medioambientales. Se fueron al Sudeste Asiático, a India, a Bangladesh…Se fueron donde la conciencia ecológica y social aún no había despertado.

Así pues, quizá las malas malísimas de la película de la moda sean esas marcas que siempre se van donde las personas y el planeta están más desprotegidos, que siempre aparecen donde no deben, donde palabras como muerte, esclavitud, accidente, polución son asociadas a la moda.

China es un país grande y complejo, caótico pero organizado, comerciante y político y poderoso, muy poderoso. Es un país donde si se dice que algo se va a hacer, se hace. Y punto. A veces demasiado “y punto” desde el prisma occidental. Pero quiero creer que cuando hablamos de sostenibilidad precisamente eso les va a hacer parte de la solución.

En China están sucediendo cosas a nivel sostenibilidad que van mucho más allá de los meros derechos de los trabajadores y de la legislación ambiental.

Hay ingredientes únicos en el ecosistema chino que son el motor que se necesita para el cambio: En China hay innovación y fondos dedicados a la sostenibilidad. Hay programas de reforestación masivos y hay edificios y ciudades verdes experimentales. Hay un claro objetivo de convertirse en la primera potencia mundial, incluso a nivel sostenibilidad.

Y para ello hay dos tipos de iniciativas claves.

  • Las primeras son empresas sociales, en el sentido amplio de la palabra, que hacen publico quien esta contaminando, hay aplicaciones como “The Blue Map” que permiten a los usuarios publicar fotos de escenas donde se está produciendo un “ecocrimen”, la aplicación busca entonces con geolocalización e imágenes, cual es la fábrica que está originando el problema y le hace un tagging en las redes sociales: “@fabricaxxx mira lo que esta pasando con el agua que sale de tu fabrica”. Las marcas ganan visibilidad para dejar de comprar a quien contamina, los ciudadanos se hacen más conscientes para no comprar a quien siga produciendo en esas condiciones, las fábricas se ven obligadas a invertir en el cambio. Hasta ahora han conseguido que al menos 14.000 fabricas inviertan en mejoras ambientales. Y cada día tienen más usuarios. Al fin y al cabo, a nadie le gusta que el rio de su pueblo baje morado, fucsia o cualquiera que sea el color de moda esa temporada.
  • La segunda iniciativa es de carácter legal. En China los grupos medioambientales pueden denunciar por crímenes ecológicos a cualquier empresa, incluso a las públicas. Con un matiz con respecto al resto del mundo, que, si pierden, no tienen que pagar las costas del juicio. Es una clara manera de decir: “lo que estás haciendo lo haces por todos, inténtalo”. Y para juzgar estos crímenes, expertos internacionales han formado a más de 1500 jueces. El sistema funciona, ya se juzgan más de 100.000 casos al año.

China aspira a llegar a su pico de emisiones en 2030 y desde ahí empezar a descender. Y las cifras nos dicen que es creíble: desde 2010 el GDP por persona se ha duplicado en China, sin embargo, las emisiones por persona se han mantenido constantes. El cambio en China está en marcha. Y en el mapa del mundo que de verdad se parece a la Tierra, en el que es azul y verde y no tiene fronteras, en que suceda ese cambio, nos estamos jugando nuestro planeta.

SOBRE LA AUTORA | Monica Zurita es CEO en NEST Solutions: New Efficient Sustainable Textiles. Apasionada de la moda, es una profesional que trabaja desde la ética y la innovación, con el compromiso de utilizar los recursos de la industria y su sector, las conexiones y los talentos para cambiar y caminar hacia un mundo mejor.

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IMAGEN | Christian Lue para Unsplash

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