Liderar cuando todo va deprisa (y el alma no)

En muchas empresas nos hemos vuelto expertos en movernos rápido… sin mover lo esencial. Resueno con el artículo de Raico Rodríguez en estas páginas.

Vivimos en un continuo de reuniones correctas, dashboards brillantes, métricas a la décima—y, sin embargo, experimentamos un cansancio de fondo, una duda que vuelve: ¿para qué todo esto?

Éste no es un problema técnico. Es humano.

 Hemos confundido progreso con velocidad, innovación con novedad, liderazgo con control. 

El reto hoy no es añadir más tareas para seguir mejorando, sino crear el espacio donde lo importante pueda emerger

Espacio y umbrales para liderar

Crear este espacio es profundamente transgresor, aunque no necesita ser muy espectacular. El cambio del que hablo requiere gestos pequeños y valientes. A veces es una pregunta simple—“¿para qué?”—cuando el equipo sólo habla de “cómo” y “cuánto”. 

Otras, es un no sereno a un procedimiento que degrada a las personas. Y, muchas veces, es un silencio fértil: pausar la urgencia para escuchar lo que realmente está en juego.

Liderar, entonces, no va de tener respuestas o influir en otros, sino de sostener umbrales

El umbral entre lo que debe terminar y lo que aún no tiene forma. El umbral entre la presión por resultados inmediatos y la fidelidad a un propósito que no se deja medir a final de trimestre. El umbral entre el miedo a perder control y la confianza en la inteligencia colectiva.

Para cruzar ese umbral hacen falta tres movimientos interiores:

  1. Abrir la mente: suspender el juicio para ver el sistema con ojos nuevos.
  2. Abrir el corazón: escuchar no solo argumentos, sino miedos, lealtades y deseos.
  3. Abrir la voluntad: soltar la ansiedad por el resultado y permitir que lo nuevo encuentre su camino.

Cuando un equipo practica estos tres movimientos, algo cambia. Las conversaciones bajan una marcha, aparecen preguntas que no cabían en la agenda, y, de pronto, surgen opciones que nadie había visto. La creatividad deja de ser una carrera y se vuelve un acto de presencia.

La paradoja es clara: cuanto más empujamos, menos profundidad logramos. Cuanto más presenciamos—mirando con lucidez, sintiendo con empatía, actuando con coraje—más avanzamos en lo que de verdad importa. Porque el mayor riesgo de hoy no es fallar, sino triunfar en lo irrelevante.

¿Y la innovación? No nace de la obediencia a la inercia, sino del permiso para disentir sin miedo. Cuando una organización acoge objeciones honestas, aprende más rápido, evita cegueras, cuida a su gente. Ahí florece la seguridad psicológica: no para hablar por hablar, sino para decir la verdad con respeto y sin castigo. La disidencia bien llevada es combustible de innovación.

Al final, se reduce a esto: la integridad es una estrategia. No como eslogan, sino en lo concreto—dónde voy a dejar de obstaculizar procesos: qué correos no envío un viernes a las siete; qué métricas dejo de perseguir porque vacían el propósito; qué conversaciones incómodas sostengo para que el equipo crezca. La coherencia acumulada en lo pequeño cambia el sistema en lo grande.

Lo nuevo no llega con un “plan maestro”. Llega cuando alguien, en medio del ruido, decide actuar como si lo humano importara—porque importa. Una y otra vez.

Imagen de dos imanes para ilustrar el artículo sobre gestión de palaridades de María Guerrero para Foro Géiser

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9 gestos prácticos para empezar a liderar hoy

  1. Protege el tiempo humano
    Bloquea franja sin reuniones y respeta fines de semana. La energía es un activo estratégico.
  2. Pregunta “¿para qué?” antes de “¿cómo?”
    Si el propósito no es claro, pausa la ejecución. Mejor un alto a tiempo que una optimización sin sentido.
  3. Diseña una reunión con un minuto de silencio
    Comienza en quietud. Sube la calidad de la conversación.
  4. Nombra lo que nadie nombra
    Riesgos, tensiones, lealtades invisibles. Ponerlo en palabras reduce el coste oculto.
  5. Normaliza el aprendizaje del error
    Cada proyecto debe cerrar con “qué mantener, qué soltar, qué intentar”. Sin culpables.
  6. Cuida a quien cuida
    Reconoce (y recompensa) los gestos que protegen a otros del fuego de la urgencia. 
  7. Haz visible lo invisible
    Incluye en tus tableros indicadores de dignidad: rotación saludable, tiempo de foco, feedback valiente.
  8. Practica un “no” afirmativo por semana
    Un límite claro que sostenga valores (p. ej., no enviar tareas fuera de horario). Pequeño, concreto, repetible.
  9. Sé ejemplo
    Una disculpa a tiempo, una decisión coherente, una escucha real: construimos con lo que hacemos, no con lo que decimos.

No necesitamos más velocidad. Necesitamos presencia, coraje y coherencia. Cuando una empresa recuerda esto, no solo mejora sus resultados: recupera el alma que la pone en marcha. Y entonces sí, el progreso vuelve a tener sujeto.


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IMAGEN | Randy Fath para Unsplash

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